La bella y misteriosa Catrina: esta es la ancestral historia del icono del Día de Muertos



Por: Lilian Pérez

Ofrendas, papel picado, platos de fruta, pan de muerto y el pollo con mole favorito de tu abuelita. Hay elementos que no pueden faltar en las celebraciones de Día de Muertos en México, y uno de los más populares son las Catrinas.

Es probable que en otros países la imagen de un esqueleto andante no fuera recibida con los brazos abiertos, pero en México ese no fue el caso. Las calaveras están presentes en la cultura mexicana desde tiempos prehispánicos, así que ver unos huesos en una ilustración no iban a escandalizar a nadie. Uno de los ejemplos más representativos de ello, y probablemente el más aterrador, era el tzompantli.

El tzompantli era un altar construido con las cabezas empaladas de las personas sacrificadas en honor a los dioses. Además de fungir como advertencia en contra de posibles enemigos (mensaje recibido, permisito), se cree que eran ofrendas que celebraban la vida, no la muerte. Justo como el que se descubrió en el Templo Mayor de la CDMX.

Los humanos necesitan a los dioses, y los dioses al hombre. La vida necesita a la muerte, y la muerte a la vida. Los aztecas creían que los sacrificios contribuían a mantener a los dioses, en especial a Huitzilopochtli, lo que contribuía al ciclo vital. Esta apreciación de la dualidad era esencial en las creencias prehispánicas. Por ello no es un tema tabú en México, ya que desde los inicios de esta cultura la muerte era una parte más de lo que sucede en el universo, y una muy importante.

Del Imperio Azteca nos brincamos a 1910. El Porfiriato fue terreno fértil para la crítica social, cuyos textos solían acompañarse de ilustraciones de esqueletos y calaveras, porque "estar en los huesos" representaba la crisis, la desigualdad y la miseria.

Claro que como buenos mexicanos, ninguna crítica estaba completa sin su gota de sarcasmo. Ahí fue cuando José Guadalupe Posada creó a la Calavera Garbancera: un esqueleto de una mujer que negaba sus raíces indígenas y fingía ser europea (aunque sus huesos jamás la dejarían mentir).

«Hay hermosas garbanceras, De corsé y alto tacón; Pero han de ser calaveras, Calaveras del montón», se lee en uno de los periódicos revolucionarios de Posada de 1913.

La imagen de la Calavera Garbancera (se les decía "garbanceros" a los mexicanos que se creían nacidos en el otro lado del charco) consiguió todavía más popularidad gracias a Diego Rivera. El famoso muralista incluyó a la Calavera en su pintura Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central.

Rivera renombró a este personaje como La Catrina. "Catrín" era el término que se usaba para las personas elegantes con dinero y que les encantaba presumirlo. También cambió un poco su diseño al vestirla, porque la original de Posada, a excepción de su sombrero, estaba como Dios la trajo al mundo (bueno, nadie nace siendo un esqueleto, en fin, ustedes entienden).

Como el muralismo fue la bandera del movimiento nacionalista y revolucionario, no fue extraño que la esquelética mujer se convirtiera también en un emblema de la cultura mexicana. Y así llegamos al día de hoy, en donde Las Catrinas no faltan en ninguna celebración de Día de Muertos.

Desde un homenaje respetuoso a la vida y la muerte, hasta una ácida burla en contra del sistema. ¿Tú sabías que las calaveras tenían tantos significados en México?






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