Sí, la alergia al agua existe y esta mujer es la prueba de ello


Por: Margaryta Yakovenko

En el mundo de Rachel Warwick bañarse en una piscina es equivalente a nadar en lejía. Beber agua para ella es igual que tomarse un vasito de líquido disolvente que te abrasa la garganta. Sumergirse en una bañera llena de espuma a la luz de las velas es su peor pesadilla.

Rachel es alérgica al agua. Ese líquido básico y que compone cerca del 60% de nuestro ser, es veneno para su cuerpo, que se llena de ampollas cada vez que las gotas tocan su piel.

El contacto con el agua, e incluso con su propio sudor, le provoca erupciones dolorosas, hinchazón y picazón intensa durante varias horas.

"La reacción me hace sentir como si hubiera corrido una maratón. Me siento muy cansada después así que tengo que sentarme durante bastante tiempo. Es horrible pero si lloro mi cara se hincha", relata a BBC.

Su enfermedad fue diagnosticada a los 12 años. Una erupción cutánea apareció en su cuerpo después de ir a nadar en la piscina. Por suerte, el médico que la vio sabía de la afección y lo tuvo muy claro desde el principio. El drama vino más tarde.

La urticaria acuagénica es una enfermedad tan rara que solo afecta a una persona de cada 230 millones. Según estiman los médicos, en el mundo hay tan solo 32 casos como el de Rachel. Pero su drama es muy real.

Aunque la dolencia no es mortal, la vida cotidiana de los pacientes se ve tremendamente afectada. Cuestiones tan simples como ducharse, lavar los platos, beber agua o sudar se convierten en un infierno.

Para minimizar los daños, el marido de Rachel se ocupa siempre de fregar los platos mientras que ella intenta no ducharse más de una vez por semana. Para no sudar evita por completo el ejercicio y siempre lleva ropa ligera. A lo largo del día, sustituye el consumo de agua por leche ya que sus efectos no son tan devastadores sobre su faringe. Cuando llueve, Rachel no se atreve siquiera a pisar la calle.

La enfermedad que padece es tan misteriosa que ni siquiera se le ha podido encontrar una cura. El tratamiento hasta ahora consiste en tomar un cóctel de potentes antihistamínicos, ya que la reacción que provoca el agua sobre la piel hace que se liberen proteínas histamínicas que provocan la irritación.

Sin embargo, un equipo de médicos alemanes dirigido por el dermatólogo Marcus Maurer ha encontrado que un medicamento para el asma puede ayudar a controlar la enfermedad. El fármaco es capaz de bloquear la inmunoglobulina E, que es el anticuerpo responsable de las alergias.

Después de probarlo en varios pacientes que también padecen urticarias muy poco comunes, el equipo descubrió que los síntomas incluso llegaban a desaparecer en unas pocas semanas. El problema es que el medicamento no está dirigido a las alergias sino al asma y la farmacéutica que lo produce, Novartis, no quiere realizar investigaciones para desarrollar el tratamiento adecuado.

Todo se debe a un asunto de rentabilidad de la industria. La afección de Rachel es tan rara que simplemente no sale rentable para la multinacional investigar sobre ella. El obstáculo no es la ciencia sino el negocio.

Por el momento, Rachel se deba gastar cerca de 1.000 euros al mes para poder vivir en cierta armonía con su cuerpo, esperando que algún día llegue el momento en el que pueda, simplemente, bailar bajo la lluvia.


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