Consejos para descubrir al escritor que llevas dentro


Por Eduardo Góngora

Es tiempo de comenzar tu libro.
Probablemente has alucinado con la sensación de deslizarte entre las páginas con la historia definitiva, traer a la vida los personajes de tu mente con el poder de la literatura. Has imaginado, incluso, cómo luciría ya impreso con sus tapas ilustradas, sostenido por la mano izquierda de tus lectores mientras que con la derecha sorben el capuchino calentito en un café. Tus pasiones escritas bien podrían arrancar los suspiros de quienes buscan enamorarse, o conmover hasta las lágrimas a aquellos que conocen de infortunios. Más aún, tal vez puedan cambiar el mundo de esos desconocidos que hurgan en la poesía, en la novela y en el cuento para hallarle respuestas a la vida. Sin embargo, no has decidido cómo empezar. O mejor dicho, no te has atrevido a hacerlo como de verdad quieres. No temas. No dudes. Tú eres tu propia brújula frente a la infinitud de la hoja en blanco, y grandes escritores modernos te explicarán porqué:

“Escribe el libro que quieres leer”.

Así aconseja Chuck Palahniuk, escritor de la novela que inspiró el film donde Brad Pitt y Edward Norton se tiñen de rojo con sangre ajena: “Fight Club”. Nada más cierto. Lo que hace monumentales a los autores de alta talla son las particularidades de su estilo. Es decir, su individualidad como autores que aporta a la literatura su modo particular de decir lo que miran, piensan y hacen de la vida, palabras que sólo tú sabes cómo organizar, pues tu manera de hablar, de conversar con los amigos, y hasta la de contar chistes no es la misma que la del resto de lo seres humanos. ¿Acaso conocemos a Hemingway por haber querido escribir igual que lo hacía Poe? ¿O J.K. Rowling se volvió multimillonaria por imitar a Tolkien? No, todos ellos dejaron a sus ídolos a un lado cuando se sentaron a escribir las letras de su inspiración. La impronta de su fuero íntimo los sacó a la luz de la gloria de las librerías. 

“La regla principal para escribir consiste en tener confianza. Si logras tener suficiente seguridad en ti mismo, entonces puedes escribir lo que quieras”.

Neil Gaiman lo dijo, y podemos confiar en el argumento de alguien que se dedica a escribir los guiones de cómics como “The Sandman” y series de televisión como “Doctor Who”. Todo lo disparatado que emerge de tus visiones no tiene que encuadrarse en un libro serio de tapas duras. Si lo tuyo es darle ideas a los que dibujan la vida de hombres como Spiderman, adelante. O quizá te resulten más afines los guiones de Pixar, por nombrar un ejemplo. Puede suceder, también, que tus alucinaciones sean necesarias para la fantasía de un país, como cuando García Márquez hizo lo propio y le permitió a Colombia y al mundo suspirar de amor platónico con Remedios la Bella durante su partida flotante. ¿Qué sería de nuestro mundo tecnológico si Julio Verne no se hubiera atrevido sacar a la luz sus ensueños submarinos? ¿Dónde estaría el imaginario de la humanidad si a Shakespeare le hubiese temblado la mano al pensar en las críticas que podían haberle hecho a su trabajo lleno de espíritus, muertes, ninfas, duendes y amores? ¿Cómo podrás defender algo que no te pertenece desde las entrañas? Expláyate. No hay límites ni parámetros en la fronteras del papel. 

“Cuenta la verdad a través de todos los velos que tengas a mano, pero cuéntala”.

Sabias palabras de una bella y poderosa escritora como Zadie Smith, autora de “Dientes blancos”. Lo cierto es cierto para ti. Todas las anécdotas del mundo pasan por el tamiz de tu existencia, con todo lo que esto implica. La verdad nunca es objetiva, y es esta diversidad de voces lo que la vuelve tan enormemente poderosa. Ningún escritor de los que han conmocionado al mundo se detuvo a pensar en cómo querían los demás que fuese su escritura, simplemente se dejaron llevar por los discursos de su sensibilidad.

Entonces, a crear mundos; esa es la tarea, el deber de todo aquel a quien la imaginación le vuela los sesos mientras camina por las calles rumbo al trabajo o a la escuela. Esos seres de divina creatividad, cuya magnitud y poderío pintan e iluminan lo que se les da la gana. Arranca los temores, pues, y despedaza las excusas que te inventas frente a la computadora. Permítele a tu monstruo artístico transformar la realidad en universos que trastoquen la sensibilidad y las susceptibilidades. Demuéstrate a ti mismo cuánto amas la tinta sobre el papel.


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